La escuela de Danza
El factor humano.
Muchos alumnos crean fuertes vínculos con sus escuelas de Danza, allí pasarán, infancia, adolescencia, juventud, conocerán a una parte de sus mejores amigos de esos años y disfrutaran tomando clases de uno o varios estilos. Tendrán una fuerte conexión con sus maestros, todo ello ayudará a la formación y desarrollo de su identidad.
Un buen maestro intentará que cada alumno desarrolle su propia personalidad, tanto bailando como dentro del grupo. Al principio, el niño pequeño comenzará asistiendo quizás tan solo una hora semanalmente, algunos vendrán casi con el chupete en la boca, pasará el tiempo y a medida que descubran como controlar cada vez mejor sus movimientos y su cuerpo, aumentarán las horas de ensayos semanales y luego querrán dedicar parte del tiempo de sus vacaciones a disfrutarlas bailando en cursos y talleres para ampliar sus conocimientos.
Tomarán contacto con el escenario, participarán en festivales, certámenes y concursos, que se convertirán en días de nervios y risas, emociones compartidas con sus compañeros y amigos.
Muchos llorarán en su último festival o actuación antes de trasladarse a la universidad o a completar sus estudios superiores de danza o alguna otra especialidad, pues un bello ciclo de su vida se termina.
Parte de sus mejores recuerdos de infancia y adolescencia sucederán en la escuela de danza, en el aula aprenderán a esforzarse, a trabajar en grupo, a ser disciplinados y responsables con sus compañeros, a repetir los movimientos una vez tras otra buscando la perfección, se enfrentarán a exámenes y retos coreográficos compartiendo todo ello con sus amigos de clase.
Por todo ello podemos decir que la danza es una maravillosa herramienta educativa, pues ayudará a desarrollar, no solo el sentido artístico, sino nada más y nada menos que el factor humano de nuestras nuevas generaciones.